sábado, 14 de junio de 2014

Entrada número treinta y ocho: Preguntas y respuestas.

Miércoles, una y trece de la tarde. Parada de autobús.


Cuando llego Trece ya está esperándome.

“Hola, ¿llevas esperando mucho tiempo?” Me siento a su lado.

“Lo justo para que el autobús y tú llegaseis a tiempo.” Dice sonriendo.

No lo comprendo hasta que veo que el autobús se acerca.

“Joder, y yo acabo de sentarme.”

Ríe y nos subimos al autobús, sólo estábamos nosotros en la parada, en cambio, el autobús está casi lleno. Afortunadamente encontramos dos asientos libres y nos sentamos. Me hace gracia la situación. Yendo en autobús a investigar un caso de abuso escolar y un secuestro de mafiosos, después de haber matado a una compañera de clase.
A veces creo que todo es un sueño. No estaría mal que lo fuera.

“Phoebeeeee…¡¡PHOEEBEEE!!”

“¿Eh?, No grites, dime.”

“¿Se estaba bien en tu mundo?”

Me lo pienso, por una parte, todo es una mierda, pero parece que las cosas van aclarándose, además…hoy veré a Marcus.

“Pues si te soy sincera, sí, sí se estaba bien.”

“Claro, fantaseando con tu reencuentro con tu Ian se debe de estar muy bien.” Dice Trece jocoso.

“¿Pero qué dices, tonto?”

“Já, te has sonrojado. Además, no me engañas, estabas sonriendo.”

“Tienes razón. Pero no pensaba en Ian, sino en Jenny, el instituto estará mejor sin ella. Me siento una heroína.”

Trece me mira incrédulo y empieza a reírse.

“Jajajajaja. No te creo. No eres tan mala como para pensar así. Además, hace media hora estabas cagada de miedo.”

“Ya…quería ver si tomándome el tema a coña se pasaba la presión que tengo. Me ha dejado bastante tocada.”

Supongo que por eso voy a recurrir a Marcus esta noche.

Se crea un silencio incómodo. Mi hombro choca con el de Trece, es cálido. Sólo se escuchan los ruidos del viejo autobús, y a la gente bajar y subir. Una niña con una mochila sube cogida de la mano de una chico de más o menos mi edad, se sientan frente a nosotros. La niña, emocionada, le cuenta al que supongo que es su hermano, cómo le ganó corriendo a una tal Lauren.
Mientras los observo noto el dedo de Trece en mi mejilla. Me vuelvo hacia él.
Está sonriendo.

“Cuéntame algo de tu familia. Hemos compartido tantas experiencias, pero aun así, me doy cuenta de lo poco que sé de ti.” Su tono es suave e incluso cálido, tanto que me atrae.

“¿Cómo sabías que estaba pensando en mi familia?”

Trece ríe. “Tu ojos te pierden. Son como luces de neón avisando lo que piensas.”

Bajo la mirada, y sin pensarlo decido en contárselo. Es Trece al fin y al cabo.

“Pensaba en mi hermano.”

Trece finge cara de asombro y me mira. Está feliz, y eso me hace feliz.

“¡Increíble! No le cuentas a tu compañero de aventuras que tienes un hermano, pero sí eres capaz de quedarte a dormir en su casa cuando te viene en gana.” Ríe otra vez. Avergonzada, pues tiene razón, bajo la mirada. Aunque yo tampoco sé nada de él. “Va, no te pongas así. ¿Cómo se llama? No me dejes ahora con la curiosidad.” Mi pica otra vez la mejilla y no me puedo resistir.

“Se llama Marcus, tiene dos años más que yo. Y siempre me daba en la mejilla cuando quería que hablase. En cierto modo me recuerdas a él.”

“¿Ah, sí? ¿En qué nos parecemos?”

Me lo pienso muy poco.

“En que la mayoría de las veces sois capaces de hacerme olvidar las cosas malas que me pasan, o que suceden a mi alrededor.” Casi al instante dejo de mirarle a sus claros ojos. ¿Qué cosas estoy diciendo?

“No te cortes, tú misma has dicho que me parezco a tu hermano, eso nos convierte en casi hermanos. Así que venga, hermanita, entretenme en el trayecto al hospital. Qué es bastante largo, por cierto.”

“¿Qué quieres que te cuente?” pregunto confundida.

“No lo sé, ilústrame.” Acaba con una gran sonrisa.

“Gracias por tu aportación.”

Ríe y me da un empujón.

“Pues, puedes empezar diciendo por que no te gusta hablar de tu familia.”

“Pareces un psicoanalista.” Ambos reímos. “No sé, siempre me llevé mejor con mi padre que con mi madre. Pero nunca les tuve ese cariño que tenían mis compañeros de clase, para recibirlos y despedirlos con besos y abrazos. En cambio, con mi abuela y Marcus me pasaba la vida abrazándoles.” Es extraño, porque de eso si recuerdo cosas. Mi memoria está jodida.

“¿Algo más?”

“¿Estás muy cotilla hoy, no?”
“Estamos en un autobús, rodeados de gente. Un par de crías detrás de nosotros están hablando todo el rato sobre nosotros. Tendré que aparentar ser alguien normal, ¿no?”

Extrañada me doy la vuelta, y veo a dos chicas más jóvenes que yo, hablando entre cuchicheos, cuando ven que las estoy viendo dejan de hablar. Odio a la gente así.

“¿Qué decían?”

“Chorradas, que si tu vestimenta, que si mi pelo…¿Prefieres hablar de otra cosa?”

“Niñatas. No sé…¿Cómo es que sabes tanto de la mafia?”

“¡Eh, con eso no daremos el pego! Además, no quiero aburrirte con historias de antes de que nacieras.”

“Eso suena a que fuiste criado por una mafioso o algo así” Digo riendo.

Trece, serio, me mira. “Quién sabe, podrías no estar tan desencaminada.”
¿Qué le ha pasado de repente?

“¿Sabes? Las dos cotillas de atrás no han parado de mirarte.” Digo intentando enfriar el ambiente.

Trece las mira, percatándose que se bajaron en la parada anterior.

“Y yo que pensaba que sólo se me daba a mi bien cambiar de tema.”

Al escucharlo, veo que las chicas se habían bajado y río avergonzada junto a él.

“Creo que ya llegamos.”

Nos bajamos del autobús frente al edificio blanco. Saber que está controlado completamente por la mafia da miedo. Haciendo de tripas corazón, me adentro en él. Pensando en Alec, Jane e Ian. Siempre en Ian.


No hay comentarios:

Publicar un comentario