Mismo
miércoles, dos y veinticuatro de la tarde.
Después de
contarle a Trece lo que pasó con la madre de Jane, nos dirigimos al piso
cuatro, la habitación quince. Cuando llegamos desde las escaleras interiores
Trece se queda parado mirando asombrado el pasillo.
“No puede
ser.” Miro el pasillo, en busca de ese algo, pero es un pasillo normal y
corriente de hospital.
“¿Qué pasa?”
“Este
piso…En este piso sólo hay habitaciones privadas. Es muy probable que, o aquí
este Ian, o que esté plagado de ellos.”
Ni me molesto en preguntar qué son esos ellos,
me lo imagino, en cambio me estremezco. Pensar que puedo estar tan cerca de
Ian… “Ve a ver a Alec, yo voy a investigar, tómate tu tiempo. Vendré si sé
algo.” Se aleja por el lado contrario y
me quedo sola.
Un poco
incómoda voy lentamente a la habitación 415 y llamo, esta vez sí espero una
respuesta. En el lado izquierdo de la puerta, debajo del número, está el nombre
completo de Alec. Trece tenía razón. Escucho un “pasa” y me adentro.
Al contrario
que la habitación de Jane, la de Alec es más grande y espaciosa, es individual
y huele bien. Además, tiene televisión y la cama no es de hospital. Hay un sofá
que está ocupado por una mochila y un pequeño macuto.
“Soy yo,
Phoebe,” digo mientras me adentro para que no pille a Alec por sorpresa. Alec
está acostado en la cama, arropado con una fina sábana blanca, tan blanca como
su piel. Su pelo, sus ojos y sus ojeras destacan como las estrellas en el
cielo. “¿Cómo te encuentras?”
“Phoebe.”
Dice como maravillado. “Gracias por venir. Estoy bastante jodido, como puedes
ver.” Saca su brazo de debajo de la sábana para enseñármelo. Está lleno de
tubos por vía intravenosa. “Pero no es nada nuevo, en unos días volveré a ser
el aburrido de Alec.”
“Eh, no
digas eso.” Le reprimo mientras le doy un empujoncito en el hombro.
“Pero si es
la verdad.”
“Si eso es
verdad, yo estoy cuerda y Jane tiene el pelo de su color natural.”
Ambos reímos
mientras Alec me da la razón.
“Hablando de
Jane. Fue ella la que te dijo dónde estaba mi habitación, ¿no?” Asiento
levemente. “Es que al ser una habitación privada en recepción no pueden decir
de quién es.” Termina diciendo en voz baja, es como si se avergonzara de tener
una habitación privada.
“Sí, fue ella,
dijo que querías hablar conmigo de lo de Anthony.”
Frunce el
ceño y suspira mientras se levanta de la cama. “Espera un segundo.” Coge el
chisme con ruedas que lleva todas las bolsas que están conectadas a su brazo y
se dirige a la puerta, la abre, se asoma un momento y la cierra con una especie
de pestillo giratorio en el pomo. Cuando vuelve, me da un deja vu al verlo con
el camisón del hospital. Es azul claro, de manga corta. Anthony tenía razón, vi
a Alec en el hospital, ¿pero cuándo? ¿Cuándo había estado en el hospital? ¿Por
qué coño olvido las cosas?
“Alec…¿puedo
preguntarte algo raro?”
“Si es sobre
este atuendo del demonio que me obligan a llevar en el hospital, no.” Dice
sonriendo mientras vuelve a la cama.
“No, no es
eso. ¿Por qué…? Bueno, en realidad son dos preguntas. ¿Antes de entrar al
instituto nos conocíamos de algo? y, ¿por qué decidiste venir al recreo con
Jane y conmigo?”
Alec deja de
sonreír y me mira con los labios entreabiertos. Un morado acecha en su
barbilla, y seguramente muchos más merodean por su cuerpo. “¿No lo recuerdas?
El año pasado esperábamos juntos en una de las consultas del tercer piso. Aquí,
en el hospital. Y hablamos durante unos minutos antes de que tuviera que
entrar. ¿De verdad no lo recuerdas?”
Me quedo
mirándolo embobada. Esto es increíble. ¿Cómo es que antes de conocerlo sólo
recordaba de su pecho hacia arriba, y creía haberlo visto con Jane, y ahora no
recuerdo nada? “La verdad es que no lo
recuerdo muy bien.” Me esfuerzo en sacar una sonrisa. “Da igual, ¿qué querías
hablarme de Anthony?”
Alec se pone
tenso y cambia de posición, quedándose frente a mí con las piernas cruzadas a
lo indio. “Olvida todo lo que dijo, es imbécil.” Dice bruscamente. Le miro sin
saber qué decir. “Piensa que todo lo que me pasa es culpa de él, o de alguien
más. Y nunca, nunca me deja hacer nada por mí mismo. Como si fuera un niño
pequeño, está todo el día detrás de mí cuando estoy en el hospital. Por eso
cerré la puerta, por si venía, está comprando algo de comer. Odio la comida de
hospital. Es que odio que me trate así, ya soy mayor. Jo.” Lo intento, pero no
puedo. Acabo riéndome a carcajadas delante de él. “¿Qué te hace tanta gracia?”
“Lo-lo
siento. Es que has sonado tan adorable hace un momento, que me ha sido
imposible contener la risa. De verdad, sonabas como un niño enfadado porque su
padre le dice que es demasiado pequeño para ser mayor. Además, pensaba que te
ibas a disculpar en nombre de Anthony, no que te ibas a desahogar conmigo sobre
él.”
Alec me mira
fijamente, para ponerse rojo y apartar la mirada, haciendo que ría unos
segundos más. “Mierda. Lo siento. Es que no aguanto que me trate así, y a la
mínima salto. En realidad sí quería disculparme en su nombre, ya sabes, los
chicos somos imbéciles. No debería haberos dicho eso. No fue culpa vuestra, ni
de él. Fue culpa mía, por meterme a defender a Jane. Pero él es reacio a
aceptarlo. Por eso lleva de morros desde ayer. Aunque…bueno…” No termina de
hablar, pero sus pálidas mejillas vuelven a teñirse de rojo.
“Qué bonito
es el amor visto desde otros.” Digo para mí, aunque Alec llega a escucharlo.
“Es un
imbécil, pero es mi imbécil y le quiero. Sé que se comporta así porque tiene mucho
miedo a que me pase algo. Me molesta que no sea capaz de ver que yo también puedo
salir adelante por mí mismo, porque así sabré que tengo la fuerza suficiente
para ayudarlo yo sólo. ” Dice más rojo aún. Sonrío levemente y pienso en la
relación que tenía con Ian. No era exactamente así, pues siempre he sido muy
fría, pero era bonita a nuestra manera, y…la echo de menos. Le echo de menos de
él.
Unos toques
en la puerta me despierta de mi ensoñación. “Ya voy yo, no te esfuerces mucho.”
Digo mientras me dirijo a la puerta, seguro que es Trece, pero si fuera Anthony
no sé qué haría. No quiero que vuelva a pasar lo de ayer. Abro la puerta y en
efecto es Trece. “Espera un segundo.” Dejo la puerta entreabierta. Voy hacia
Alec, que está tumbado en la cama con los ojos cerrados, pero los abre y me
mira feliz con sus oscuros ojos. “Tengo que irme. Me alegro de que estés bien.”
“Gracias
Phoebe. A ver si para unos días salimos todos a dar una vuelta.” Asiento y me
voy, dejándolo sólo en esa fría habitación. Espero que Anthony llegue pronto y
arreglen las cosas.
Trece está esperándome
en el pasillo de la entrada de la habitación, donde Alec no le ve, pero Trece
sí. “Vamos,” dice mientras empuja mi espalda, “tengo una cosa que contarte.”
Salimos y siento como si alguien me observara mientras nos dirigimos a las
escaleras.