Mismo viernes, sobre las 2 de la madrugada.
“¿Qué hemos hecho?”
“Mandarlo a su lugar en el infierno.”
“Pero, joder, era una puta persona, podía tener hijos o
gatos, yo qué sé ¿Lo conocías?”
“¿Hijos? Era un puto violador, me persigue desde hace una
semana o así. Se lo merecía.”
“Eso cambia muchas cosas, pero, ¿qué vamos a hacer con él?,
Joder, estamos en grave peligro ¿y si nos a visto alguien?”
“Tranquila, confía en mi, ¿sí?”
Le miro detenidamente por primera vez en toda la noche.
Es alto, unos 10 centímetros más alto que yo, 1'81. No es
gordo, pero tampoco está cuadrado.
Su pelo es fascinante, es plateado, tintado, no es muy largo,
pero por la cara le caen dos mechones hasta los pómulos más o menos. Sus ojos
son como verdes, pero no estoy segura, no hay mucha luz. Las farolas se
encendieron hace tiempo, pero aún así el callejón sigue oscuro.
“¿Por qué me miras tanto?, Va, dime cómo te llamas”
“¿Cómo sé que puedo confiar en ti?”
“¿Eres desconfiada, eh?”
“Si no lo fuera no estaría viva.”
“Me gusta. Puedes llamarme Trece” Me acerca la mano, tiene un
poco de sangre seca, no parece que sea del gordo.
“Tienes sangre”
“Sí, lo sé” ríe. Se escupe en la palma de la mano donde tiene
la sangre seca y se la limpia en los pantalones negros. “No me dirás tú nombre”
“Puedes llamarme Phoe” digo imitando su presentación.
“Phoe... de ¿Phoebe verdad?”
Asiento con la cabeza.
“¿De donde era la sangre?”
“Me corté”Me enseña la mano, pero no tiene nada, le miro y
sonríe, se levanta la manga y veo varios cortes horizontales.
“Están mal hechos, tienen que ser verticalmente, así no te lo
podrán coser” hay una muy reciente, todavía sangra un poco, las demás son
cicatrices blanquecinas ya.
“Lo sé, todavía no tengo pensado morir”
Su voz es supersegura, me gustaría tener su seguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario