Mismo miércoles, cuatro y treinta
y ocho de la tarde.
Marcus sigue abrazándome, no quiero separarme de él. Su abrazo es firme y reconfortante. Puedo escuchar los latidos, algo alborotados, de su corazón. Huele a Marcus, a tiempos antiguos y felices, cundo éramos Marcus, la abuela y yo.
De repente
me encuentro sollozando sobre su hombro. Hace que entre al piso y escucho un
chasquido a cerrarse la puerta. “¿Qué pasa bella?”
dice acariciándome la mejilla. “¿Lloras por lo contenta que estás de verme?”
pregunta con una gran sonrisa. Sus ojos pardos, a veces verdes, a veces
marrones brillan. Al igual que su pelo cobrizo. Sonríe enseñando sus perfectos
y blancos dientes, tiene un poco de barba, apenas perceptible. Sonrío y me
limpio las lágrimas mientras asiento con la cabeza. No entiendo cómo
últimamente soy tan llorica.
Miro al
piso, recordándolo, la cocina a la izquierda, la sala de estar con su balcón,
el aseo a la derecha, el pasillo con las tres habitaciones al fondo, todo es
tal y como debe ser. Respiro aliviada mientras dejo la mochila en la mesa de la
sala.
“¿Cuánto te
quedarás?” pregunta mientras vamos a la cocina. Abre la nevera y me ofrece de
todo, pero lo rechazo, no me apetece nada, él acaba echándose un culo de vino
tinto en una taza con dibujos animados. Típico de Marcus.
“No sé”
respondo a su pregunta. “Hasta que me muera o hasta que mamá y papá dejen de
gritarse y pelearse a todas horas.”
“¿Ancora?”
“Sí, aún
siguen peleándose.”
Suspira y me
mira cariñosamente por encima del borde de la taza. “Sabes,” dice después de
terminar el vino, “que puedes quedarte aquí todo el verano.” Asiento. Claro que
lo sé. Marcus haría cualquier cosa por mí, y yo por él. Está a punto de decir
algo cuando se abre la puerta. Se asoma al marco y sale cuando se escuchan unas
voces masculinas.
“¡Mark!
¿Quién era esa belleza a la que abrazabas? ¿Eh?” grita una voz masculina.
Supongo que son sus amigos.
“Es mi
hermana, y cómo le hagáis alg-”
“Wooah, ¿por
qué no nos la presentaste antes?”
Siguen con
su conversación no tan trivial sobre mí, mientras yo no puedo salir. No me
apetece ver a nadie más hoy. Mientras espero hablo con Jane por mensajes. Se
disculpa por el comportamiento de su madre y me manda saludos para Marcus. No
tenemos mucho más de lo que hablar, pero hablo de cualquier cosa para
distraerme, aún no consigo recuperarme de lo de Jenny.
“Aaah, los
de enfrente, son irritables.” Entra Marcus diciendo. Nos miramos, y como si
estuviéramos conectados nos vamos a la sala de estar, dónde nos sentamos en el
sofá y ponemos la televisión como ruido de ambiente. El piso está muy
silencioso.
“¿Y el Señor
X?” El Señor X es el compañero de
piso de Marcus, en realidad se llama Jonas, pero lo llamamos así porque nunca
se deja ver, o está estudiando, o está viciado a juegos o está con alguien en
la habitación.
“Es verdad.
No lo sabes.” Salta emocionado. “Aunque no lo creas, le dieron una beca y está
todo junio estudiando fuera.”
Pasamos toda
la tarde actualizando nuestros conocimientos el uno sobre el otro. Cenamos
cualquier cosa y volvemos al sofá. Puede parecer aburrido, pero se siente bien
parecer normal unas horas junto a alguien como Marcus.
“Ah, se me
olvidó darte el libro.” Digo mientras voy a mi mochila y cojo el libro que escogí
al azar. Cada vez que voy a visitar a Marcus le traigo un libro de la
estantería de su habitación. Es un hábito tonto, pero es nuestro hábito.
“Aaah, Hamlet. Mi preferido.” Dice mientras
coge el libro. “Ser o n-”
“Cómo digas
ese verso, te pego. Hay cosas mejores que esas, ¿sabes? Es como si ahora yo
dijera la parte de los patos en El
Guardián Entre El Centeno.”
Ríe, se
levanta y se pone en posición de recitar “En
el cielo. Envíe a alguien para verlo, y si su comisionado no lo encuentra allí,
búsquelo usted mismo en otra parte. Pero si no lo encuentra durante este mes,
podrá olerlo cuando suba las escaleras de la galería.”
Poniéndome
seria, recito autoritariamente. “Vallan a
buscarlo allí.”
A lo que
responde “Él permanecerá allí hasta que
lleguen.” Me sonríe y se vuelve a sentar. “Veo que te lo leíste.”
“Sí, creo
que dos o tres veces. La personalidad de Hamlet cuando se hace el loco, es tan
genial, que hasta da pena que en realidad estuviera cuerdo, tal vez, no hubiera
tenido ese trágico final si no hubiera sido tan listo y hubiera fingido más
tiempo aún, antes los demás, ser un necio.”
“Vaya, vas
mejorando en tus análisis literarios.” Sonrío satisfecha. “Yo creo que el final de Hamlet está bien tal
y como está. Después de todo el dolor que causó, y su venganza, él debía pagar
por ello.”
Me siento
incómoda, ¿seré como Hamlet y al final pagaré por mis pecados? El Gordo Cabrón,
la Puta, Mary…Jenny.
“Este es el
de la abuela.” Dice enseñándome la primera página del libro donde está la firma
de mi abuela y una fecha mucho más antigua que la de mi nacimiento. “Es un
tesoro. La echo de menos.”
“Y yo.”
Se levanta y
me arrastra con él hasta el balcón. Se está poniendo el sol y el cielo está
rojizo. Es hermoso. El balcón está conectado a la habitación de Marcus. Tiene
un sillón clásico de madera con reposapiés para jardín, una pequeña mesa a
juego con un plato y un vaso sucio y una mecedora de tres plazas que se
balancea con un toldo. Esta última capricho de Marcus como herencia al morir nuestra
abuela. Nos sentamos allí y nos balanceamos con la puesta de sol. Marcus me
acerca a él hasta acabar apoyando mi cabeza en su hombro.
“¿Qué se
cuenta Ian? Hace mucho que no sé nada de él.”
Otra vez.
Trato de relajarme y fingir lo máximo posible. “Su padre murió hace poco, en…en
un accidente… y bueno, entre papeleos y asuntos familiares, ni yo lo veo.”
“Vaya, no
sabía nada…Qué mala pata. Está sólo completamente. Al menos te tiene a ti.”
Termina mirándome con una gran sonrisa. Intento devolvérsela y cambiar de tema.
Mientras nos
balanceamos suavemente y entre tema de conversación y silencio relajante, me
quedo durmiendo con la brisa nocturna de verano, pensando, en que después de
tantos meses, este es el primero en el que me duermo tan agusto.
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