Mismo miércoles,
once y cincuenta y cuatro de la mañana.
Entro al
aseo de chicas, me encierro en un cubículo y me siento en la tapadera. Apoyo
los codos en las rodillas y dejo caer la cabeza en mis manos. Y lloro. Sin
saber por qué. Supongo que es por todo. Desde mis problemas personales, pasando
por Ian hasta llegar a Jane, Alec y Anthony. Me siento culpable. De todo. Y al
sentirme culpable, pero saber que posiblemente no soy la culpable me hace
llorar más por lo estúpida que soy, formando un círculo vicioso. Para empeorar
las cosas pienso inconscientemente en ellos cuatro. Ian sonriéndome, Jane
jugueteando con mi mano mientras me habla entusiasmada de algo, Alec y Anthony
juntos riendo…
“Eres
imbécil, Phoebe Delia Valentine” me
reprocho diciendo con asco mi nombre. Es odioso.
Dejo salir
todo, sufriendo pero a la misma vez curándome, los ojos me escuecen y la nariz
la tengo fría de los húmedos mocos. Seguro que parezco una niña pequeña.
Me levanto
para salir y lavarme la cara, pero se escucha la puerta abrirse. Lentamente me
siento y abro mi mochila roja en busca de pañuelos en el bolsillo delantero
pequeño, pero al sacar el paquete siento una punzada y veo que me he cortado el
dedo. Extrañada me sueno los mocos y me limpio las lágrimas, (con pañuelos
diferentes) y busco dentro del bolsillo esa cosa que me ha cortado. Entonces la
veo, fina, fría, pequeña y mortífera. La cuchilla del sacapuntas que se me
rompió hace unas semanas. La cojo entre mis dedos y me la guardo en el bolsillo
trasero del pantalón.
Tiro de la
cadena para dar el pego y con la cara limpia y seca salgo…y me doy el mayor
susto de mi vida. Jenny está apoyada en el lavabo y parece drogada. Vuelvo a
entrar en el cubículo, suelto la mochila y río, la Phoebe que desea sangre y
miedo ha vuelto.
Casi sin
pensarlo estoy frente a Jenny, me mira riendo.
“Pero mira
quién es, el bicho raro de la clase. ¿Qué, quieres que te dé yo una paliza como
la que le dieron a tu novia?” Son los efectos de la
mierda que se ha metido en el cuerpo, relájate Phoebe, baja el brazo, no le
pegues, no aún. Sonrío. “JAJAJAJA. ¿Te has mirado alguna vez al espejo?” Me
empuja, pero mantengo el equilibrio. “No sé cómo antes éramos tan buenas
amigas, eres estúpida Phoebe, siempre lo has sido.”
¿Amigas, Jenny y yo?, ¿por qué se inventa todo eso?
“¿Qué?”
Ríe.
“Dios, que asco de recuerdos, siempre has sido odiosa,
pensando en tus cosas, sin reírte de las cosas divertidas. Sólo tú y tus
paranoias. ¿Pero sabes? A veces duele. Me caías bien, ¡HABÍAMOS SIDO AMIGAS
DESDE LOS OCHO AÑOS! ”
“¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? Si sólo nos conocemos desde
hace…” ¿Cuántos años habíamos caído juntas Jenny y yo en clase? ¿En 2º, o en
3º? Aprieto mis manos, ¿por qué cojones olvidaba las cosas?
“…¿Sabes qué más?” Continúa divagando Jenny. “Mandé a
Jordan a pegar a Jane porque aún sigo pensando que algún día volveremos a ser
amigas…”
Se mira las manos, tiembla, y llora… ¿Qué coño es todo
esto?
“Jenny estás…”
Recibo un golpe, en el estómago. Jenny acaba de
empujarme, caigo al suelo, pero la agarro y cae sobre mí. Le devuelvo el puñetazo, aunque apenas le hago
nada porque no tengo fuerza. Nos enzarzamos en una pela de puñetazos y tirones
del pelo, en silencio, solo se escuchan nuestras respiraciones forzadas y algún
que otro gemido. Al final acabo sobre ella. Jenny está apoyada en el lavado y
la empujo con el cuerpo. Poco a poco la Phoebe sanguinaria ha ido apareciendo y
tengo en mente mil y una formas de cómo matarla en ese instante, hasta que noto
un pequeño y frío bulto en mi bolsillo. Sonriendo lo saco y dejando a Jenny sin
posibilidades de moverse paso el fino filo por su antebrazo izquierdo.
La sangre brota, al principio gota a gota, y después
más rápido. Se siente bien, demasiado bien. Sonrío y la vuelvo a pasar, esta
vez es más larga, hasta casi llegar a su codo. Aparece un vago recuerdo en mi
mente, un lugar conocido, un brazo y un cuchillo. Cojo aire y miro a Jenny a la
cara, no reacciona mucho, solo mira la sangre pasmada, será por la droga, sus
ojos ahora son todo pupilas. Su sangre corre por su mano y sus dedos y unas
gotas han caído ya al suelo. La muevo y dejo su mano sobre el lavabo para no
manchar. Me paso al otro brazo y hago lo mismo. Ahora tiene sus dos brazos con
los grifos abiertos. Río por mi estupidez. Miro la cara de Jenny por el espejo.
Está blanca y llora, tiene los dientes apretados y parece que…sufre.
Miro mi reflejo el en espejo también. Yo, en cambio,
tengo buen color, y sonrío, tengo los ojos muy abiertos, y dan miedo…
Vuelvo a mirar a Jenny, que ha cerrado los ojos y le
cuesta respirar.
Entonces vuelvo a la realidad.
Con un grito suelto a Jenny y dejo el filo del sacapuntas
en el lavabo. Voy a por mi mochila para salir corriendo de allí, pero me doy
cuenta de que no puedo dejar esto así. Lavo mi cara y mis manos con agua fría,
y dejando la mente en blanco me creo una coartada. Bajo a Jenny al suelo y me
siento en él, la pongo sobre mí y dejo que sangre un poco más, hasta que su
sangre deja de salir tan rápido, sus ojos siguen cerrados y parece que deja de
respirar. Entonces empiezo a gritar y a pedir auxilio.
A los minutos entra un profesor y al verme allí, con
Jenny en brazos y llorando suelta un grito.
Me dejo hacer, fingiendo que estoy en shock, o tal vez
realmente lo estoy.
Vienen más profesores y me preguntan que qué pasó,
sólo respondo que estaba en el aseo y cuando salí Jenny estaba allí. Después de
tres mil veces decir lo mismo llega una agente de policía y me saca de allí
poniéndome una manta sobre los hombros, como si no hiciera el suficiente calor
ya.
Después de las mismas preguntas que los profesores,
pero apuntándolo todo, me dejan salir y me mandan a casa. Al salir me dirijo a
mi casa, pero recuerdo a Trece y cambio bruscamente de sentido para ir al
callejón en dónde me estaría esperando al terminar las clases. Tengo unas dos
horas para relajarme y pensar en qué coño hice, pero al llegar al callejón me
encuentro a Trece apoyado en la pared con los ojos cerrados. Al situarme frente
a él los abre y me mira.
“¿Ebe, qué haces tan temprano aquí?, ¿y esa cara?”
“He…he matado a Jenny.”
Trece se levanta con los ojos abiertos al mismo tiempo
que un pitido agudo se abre paso por mis tímpanos y unas lucecitas se cruzan en
la visión de mis ojos, entonces, todo se vuelve negro.
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