jueves, 27 de diciembre de 2012

Entrada número trece: Trece


Mismo viernes, sobre las 2 de la madrugada.
“¿Qué hemos hecho?”
“Mandarlo a su lugar en el infierno.”
“Pero, joder, era una puta persona, podía tener hijos o gatos, yo qué sé ¿Lo conocías?”
“¿Hijos? Era un puto violador, me persigue desde hace una semana o así. Se lo merecía.”
“Eso cambia muchas cosas, pero, ¿qué vamos a hacer con él?, Joder, estamos en grave peligro ¿y si nos a visto alguien?”
“Tranquila, confía en mi, ¿sí?”
Le miro detenidamente por primera vez en toda la noche.
Es alto, unos 10 centímetros más alto que yo, 1'81. No es gordo, pero tampoco está cuadrado.
Su pelo es fascinante, es plateado, tintado, no es muy largo, pero por la cara le caen dos mechones hasta los pómulos más o menos. Sus ojos son como verdes, pero no estoy segura, no hay mucha luz. Las farolas se encendieron hace tiempo, pero aún así el callejón sigue oscuro.
“¿Por qué me miras tanto?, Va, dime cómo te llamas”
“¿Cómo sé que puedo confiar en ti?”
“¿Eres desconfiada, eh?”
“Si no lo fuera no estaría viva.”
“Me gusta. Puedes llamarme Trece” Me acerca la mano, tiene un poco de sangre seca, no parece que sea del gordo.
“Tienes sangre”
“Sí, lo sé” ríe. Se escupe en la palma de la mano donde tiene la sangre seca y se la limpia en los pantalones negros. “No me dirás tú nombre”
“Puedes llamarme Phoe” digo imitando su presentación.
“Phoe... de ¿Phoebe verdad?”
Asiento con la cabeza.
“¿De donde era la sangre?”
“Me corté”Me enseña la mano, pero no tiene nada, le miro y sonríe, se levanta la manga y veo varios cortes horizontales.
“Están mal hechos, tienen que ser verticalmente, así no te lo podrán coser” hay una muy reciente, todavía sangra un poco, las demás son cicatrices blanquecinas ya.
“Lo sé, todavía no tengo pensado morir”
Su voz es supersegura, me gustaría tener su seguridad.

martes, 18 de diciembre de 2012

Entrada número doce: Destino.


Mismo viernes, diez de la noche.
Hace más frío del que imaginaba. Parece una ironía del destino, pero justo cuando estaba llegando a mi destino, todo se quedó sin luz, las casa, las farolas, los escaparates, todo. Con el flash del móvil he ido alumbrando y para mantenerme a salvo estoy en un callejón. Pegada a la pared, no me gusta tener la espalda desprotegida. He esperado un buen rato, pero no se enciende nada. Así que pasaré aquí la noche, no huele tan mal.
Ha pasado como una hora y media o así y no puedo dormir. Es lógico, estoy durmiendo en la jodida calle.
Hago un ademán de pensar, lo único que me viene a la mente son mis muñecas rajadas, sangrando.
Necesito sangre. Creo que estoy tan loca que me he vuelto vampiro.
“¿Pero qué coño haces? Tío, déjame.”Alguien se acerca, bueno, creo que son dos. La voz que acabo de escuchar es joven. Tal vez pertenezca a alguien de mi edad o parecido.
“Ni hablar, ambos sabemos lo que quieres, ven” Esa voz es diferente, de alguien más viejo. Tiene lujuria e impaciencia en su tono. No me gusta esto.
Dos figuras entran al callejón sin percibir mi estancia. Normal, nadie sabe nunca donde estoy.
Nunca.
La figura más baja, pero más gorda empuja a la otra, mucho más alta y delgada contra la pared. Aunque no haya luz, hoy es luna llena y se pueden apreciar las sombras de esos dos bien.
El primer tío encierra al delgaducho entre la pared y él y le susurra cosas al oído.
Genial una pareja de masocas lo van a hacer justo en el callejón donde hoy dormiría. Puto destino.
El delgaducho, cuando el otro intenta besarle le da una patada en sus partes. Genial.
El gordo, sobre todo barriga cervecera, levanta el rostro hacia el cielo gritando de dolor. Tiene rasgos delicados, una barba un poco descuidada y el pelo con canas, no pasará de los 45. Cuando deja de lamentarse, dos segundos después, coge al delgaducho y lo estampa contra la pared, gritándole incoherencias y pegándole en la cara. Ese tío está loco. Me levanto y lo cojo de los brazos.
“Para joder, lo vas a matar, si sois masoquistas o algo iros a un hotel, no aquí”
El tío me mira, se deshace de mi agarre y me lanza a la otra pared.
Caigo de pecho, donde más daño me hago es en la cabeza, no he podido evitar que se estampara contra la pared. Me toco la frente y noto algo caliente en ella. Sangre. “Hijo de puta”
Cojo una tapadera de metal de uno de los contenedores de basura y corro hacia él. Ahora intenta quitarle la chaqueta al delgaducho con una mano y desabrocharle el pantalón con otra. Intenta defenderse pero no puede, el tío está gordo como una foca. Le doy con la tapadera en la cabeza, grita de dolor, pero sigue con lo suyo. Joder, realmente está necesitando. La sangre le cae por su camisa blanca. Empapándola del un color mucho más hermoso. Le doy otra vez, pero en la espalda, intentando que pare. Entre mi golpe y el empujón del chico le hacemos caer al suelo. El chico le pone un pie en su gorda barriga, pero el gordo sigue insistiendo. Le doy en la cara esta vez, reventándole la nariz, salpicando su sucia sangre hacia nosotros.
“Creo que me pasé” miro al chico, está mirando al gordo.
“Espera, aún sigue vivo”
El gordo intenta levantarse pero no puede con el chico pisándole encima. Espero a su próximo movimiento. Mete una mano en el bolsillo, me preparo para darle una patada por si es un móvil, pero lo que saca es una navaja, la abre hábilmente con una mano y rápidamente, antes de que le pueda parar se la clava al chico en el pie que tiene encima de su barriga.
“Gordo cabrón” mascullo, sigue clavándole la navaja. Tiro la tapadera y le doy patadas para que pare. Pero él sigue gimiendo y clavándole el arma al chico. El chico intenta escapar pero no puede, tiene la pierna cogida con la otra mano del gordo.
“Ayúdame joder, pégale en la garganta” Le miro la garganta al tío, apenas tiene grasa allí, puedo ver su nuez. Está llena de sangre. Le pongo el pie encima y aprieto, poco a poco deja de forcejear. El chico le quita las manos de alrededor de su pie y se quita la navaja, tocándola con las manos tapadas por su camiseta.
“¿Qué haces?”
“Calla, haremos que parezca un accidente.”
Y apartando mi pie levemente de su garganta, pasa el filo de la navaja por el cuello del gordo.
Está con los ojos abiertos y todo la cara aplastada y lleno de sangre. El chico deja la navaja al lado de  su mano.
“Creo que nos hemos pasado” Estoy un poco en shock, pero a la vez es como si mi sufrimiento se hubiera ido al golpear a ese hijo de puta. Me agacho y  me acerco más al cuerpo.
No respira.

Entrada número once: Guardiana.


Viernes, por la mañana.
No tengo ganas de ir al instituto, no tengo ganas de nada, después de lo que casi pasa ayer estoy rara.
Me prometí a mi misma que nunca haría, o intentaría una cosa así ¿qué es lo que hace que ahora quiera cortarme?, ¿Qué me está pasando?
Me hago la enferma, y no salgo de la cama hasta por la tarde. Sobre las siete de la tarde o así, salgo con la excusa de ir a casa de Jane para pedirle los deberes y quedarme a dormir esa noche.
Cuando estoy llegando a casa de Jane, se me revuelve el estómago, realmente puede que esté enferma. No quiero ir a casa de Jane, no quiero ser una carga para ella. Esta noche no.
Son las nueve y veintisiete de la noche. No hace mucho frío, además llevo mi chaquetón-gabardina rojo que abriga bastante. Doy la vuelta y voy hacia el centro. Allí suele haber buenos bancos.
¿Realmente pienso en dormir en un banco?
Aunque creo,que podré aguantar una noche sin un techo en donde dormir. Sí, claro que podré.
Todo esto me recuerda al Guardián Entre El Centeno, cuando Holden se va de Pencey con un glorioso “¡Qué durmáis bien, cretinos!” y va a New York, durante tres días. Esa es de las muchas cosas que quiero hacer en mi vida, lo de gritar “¡Qué durmáis bien, cretinos!” en algún sitio donde haya mucha gente durmiendo.
Holden es uno de mis héroes, tengo su edad. Es una lástima que chicos como él solo existan en libros, realmente él y yo nos parecemos en muchas cosas.
Nuestra vida apesta, él tiene a Jane y Sally, yo tengo a Alec y a Ian. Él tiene a Phoebe... Phoebe, la hermana de Holden y yo tenemos en mismo nombre. ¿Destino? Holden tiene a su hermanita pequeña, yo tengo a Jane. Locos, y odiando todo lo que se mueve. En lo que más nos parecemos es en nuestro parecido hacia los falsos, él los odiaba a todos, y pensaba que la mayoría de la gente lo era. La sociedad de ahora está llena de falsos, ¿quien más los odia tanto como él? La del chaquetón-gabardina rojo que va hacia el centro de la ciudad a dormir en un banco.
Holden Caulfield, uno de las pocas personas ficticias que daría lo que fuera por conocerlas. Si lo piensas bien, Holden era el chico más loco de todo el estado de New York en su año, pero a la vez un gran pensador.
“¿Quién quiere flores cuando ya se ha muerto? Nadie.”
Grande Holden, grande.
El que si debería estar loco fue J.D. Salinger el autor, uno de mis preferidos. ¿A quién se le ocurriría escribir un libro así es su época?

El asesino de John Lennon, y varios más, asesinos, estaban obsesionados con el libro.
Yo también lo estoy, ¿terminaré siendo una asesina?