Mismo viernes, diez de la noche.
Hace más frío del que imaginaba. Parece una ironía del
destino, pero justo cuando estaba llegando a mi destino, todo se quedó sin luz,
las casa, las farolas, los escaparates, todo. Con el flash del móvil he ido
alumbrando y para mantenerme a salvo estoy en un callejón. Pegada a la pared,
no me gusta tener la espalda desprotegida. He esperado un buen rato, pero no se
enciende nada. Así que pasaré aquí la noche, no huele tan mal.
Ha pasado como una hora y media o así y no puedo dormir. Es
lógico, estoy durmiendo en la jodida calle.
Hago un ademán de pensar, lo único que me viene a la mente
son mis muñecas rajadas, sangrando.
Necesito sangre. Creo que estoy tan loca que me he vuelto
vampiro.
“¿Pero qué coño haces? Tío, déjame.”Alguien se acerca, bueno,
creo que son dos. La voz que acabo de escuchar es joven. Tal vez pertenezca a
alguien de mi edad o parecido.
“Ni hablar, ambos sabemos lo que quieres, ven” Esa voz es
diferente, de alguien más viejo. Tiene lujuria e impaciencia en su tono. No me
gusta esto.
Dos figuras entran al callejón sin percibir mi estancia.
Normal, nadie sabe nunca donde estoy.
Nunca.
La figura más baja, pero más gorda empuja a la otra, mucho
más alta y delgada contra la pared. Aunque no haya luz, hoy es luna llena y se
pueden apreciar las sombras de esos dos bien.
El primer tío encierra al delgaducho entre la pared y él y le
susurra cosas al oído.
Genial una pareja de masocas lo van a hacer justo en el
callejón donde hoy dormiría. Puto destino.
El delgaducho, cuando el otro intenta besarle le da una
patada en sus partes. Genial.
El gordo, sobre todo barriga cervecera, levanta el rostro
hacia el cielo gritando de dolor. Tiene rasgos delicados, una barba un poco
descuidada y el pelo con canas, no pasará de los 45. Cuando deja de lamentarse,
dos segundos después, coge al delgaducho y lo estampa contra la pared,
gritándole incoherencias y pegándole en la cara. Ese tío está loco. Me levanto
y lo cojo de los brazos.
“Para joder, lo vas a matar, si sois masoquistas o algo iros
a un hotel, no aquí”
El tío me mira, se deshace de mi agarre y me lanza a la otra
pared.
Caigo de pecho, donde más daño me hago es en la cabeza, no he
podido evitar que se estampara contra la pared. Me toco la frente y noto algo
caliente en ella. Sangre. “Hijo de puta”
Cojo una tapadera de metal de uno de los contenedores de
basura y corro hacia él. Ahora intenta quitarle la chaqueta al delgaducho con
una mano y desabrocharle el pantalón con otra. Intenta defenderse pero no
puede, el tío está gordo como una foca. Le doy con la tapadera en la cabeza,
grita de dolor, pero sigue con lo suyo. Joder, realmente está necesitando. La
sangre le cae por su camisa blanca. Empapándola del un color mucho más hermoso.
Le doy otra vez, pero en la espalda, intentando que pare. Entre mi golpe y el
empujón del chico le hacemos caer al suelo. El chico le pone un pie en su gorda
barriga, pero el gordo sigue insistiendo. Le doy en la cara esta vez,
reventándole la nariz, salpicando su sucia sangre hacia nosotros.
“Creo que me pasé” miro al chico, está mirando al gordo.
“Espera, aún sigue vivo”
El gordo intenta levantarse pero no puede con el chico
pisándole encima. Espero a su próximo movimiento. Mete una mano en el bolsillo,
me preparo para darle una patada por si es un móvil, pero lo que saca es una
navaja, la abre hábilmente con una mano y rápidamente, antes de que le pueda
parar se la clava al chico en el pie que tiene encima de su barriga.
“Gordo cabrón” mascullo, sigue clavándole la navaja. Tiro la
tapadera y le doy patadas para que pare. Pero él sigue gimiendo y clavándole el
arma al chico. El chico intenta escapar pero no puede, tiene la pierna cogida
con la otra mano del gordo.
“Ayúdame joder, pégale en la garganta” Le miro la garganta al
tío, apenas tiene grasa allí, puedo ver su nuez. Está llena de sangre. Le pongo
el pie encima y aprieto, poco a poco deja de forcejear. El chico le quita las
manos de alrededor de su pie y se quita la navaja, tocándola con las manos
tapadas por su camiseta.
“¿Qué haces?”
“Calla, haremos que parezca un accidente.”
Y apartando mi pie levemente de su garganta, pasa el filo de
la navaja por el cuello del gordo.
Está con los ojos abiertos y todo la cara aplastada y lleno
de sangre. El chico deja la navaja al lado de
su mano.
“Creo que nos hemos pasado” Estoy un poco en shock, pero a la
vez es como si mi sufrimiento se hubiera ido al golpear a ese hijo de puta. Me
agacho y me acerco más al cuerpo.
No respira.