viernes, 16 de mayo de 2014

Entrada número treinta y siete: Pausa.

Día, hora, y lugar desconocidos.


El pitido poco a poco va disminuyendo, a la misma vez que voy recuperando la vista. Estoy mirando al cielo, miro a ambos lados y sólo veo ladrillos. Parece que estoy acostada. Intento levantarme, pero me tienen cogida por los brazos. Forcejeo, pero apenas tengo fuerza. ¿Qué está pasando?

“Pensé que tú también habías muerto.” Dice Trece apareciendo de repente frente a mí sonriendo.

Me relajo un poco al verlo, sé que si estoy con él no me va a pasar nada.
Pienso en las palabras de Trece y lo recuerdo todo. Asustada me levanto y le cojo del brazo.

“Vamos.” Le arrastro fuera del callejón y parándome un segundo para decidir cómo alejarme lo más rápido posible del instituto me dirijo a la izquierda.

Cuando llevamos recorridas unas dos calles se para, haciendo que casi me caiga.

“Phoebe, relájate. Dime cómo pasó, te desmayaste.” Me enfurecí conmigo misma, siempre me desmayaba o algo así. No me gustaba ser débil. “Venga, mientras volvemos, hay tiempo.” Asiento y le cuento todo. “No te van a buscar. Casi toda la policía de la ciudad está metida en la mafia, y te aseguro que tienen cosas más importantes que tratar lo que parece a simple vista un suicidio de una adolescente drogata. Tranquila.” Dice cuando acabo de hablar.

Asiento y le dedico una pequeña sonrisa de agradecimiento. Habíamos llegado casi a mi casa. No quiero irme sin él, aún estoy un poco asustada, pero tampoco quiero que mis padres le vean. Ya fue muy mal cuando vieron a Ian por primera y última vez.

“Trece, quiero ir a mi casa a dejar la mochila y cambiarme de ropa.” Tengo sangre de Jenny en ella, aparte de que la llevaba puesta casi dos días. “¿Sabes dónde está la parada de autobús 34?” Asiente. “¿Nos vemos allí en media hora?”

Vuelve a asentir y se separa de mí despidiéndose. Yo casi corro a mi casa. Paro cuando llego a la puerta de la reja. Desde la puerta principal se escucha a mis padres gritar. Suspiro cansada y abro la puerta.

Mi madre tapa la televisión de la vista de mi padre, este está tumbado en el sofá con mala cara, aunque la de mi madre da más miedo. Cuando mi padre me ve sonríe.

Buona sera, bella.” Mi madre rueda los ojos y se va a la cocina murmurando, dando por terminada la interminable pelea que llevan desde hace unos meses. “¿No es un poco temprano para estar ya en casa?” Le miro asustada sin saber qué responder, ¿habrán llamado a mi casa? “No pasa nada, ¿acabaste tus exámenes, ¿no?” Asiento con la cabeza levemente. “Entonces no le diremos nada a mamá.” Sonríe y me guiña un ojo. Me voy casi sonriendo, cuando estoy subiendo las escaleras me grita: Gracias por volver a salvarme de tu madre, en su idioma natal.

Mi padre es medio italiano, de ahí, tal vez, la obsesión por los nombres compuestos. Siempre se había empeñado en que aprendiera italiano, y aunque nunca me llamó la atención, eso hizo que mi madre me cogiera un poco más de cariño (pero solo a veces) y la verdad es que acabé aprendiendo bastantes cosas.

Subo a mi habitación. Está tan desordenada como siempre. Ropa en el suelo, en la silla, en la cama…Las paredes forradas de pósteres…La mesa llena de libros y papeles. Menos mal que todos esos libros son del instituto y no los volveré a ver hasta septiembre. Dejo la mochila al lado de la estantería a rebosar de libros, mangas, cd y películas y me dirijo a la cama a tirarme en ella. Hasta que reparo en que el portátil está en ella abierto. Toco una tecla para reanudarlo y miro el correo. Tengo un e-mail de Marcus. Sin mirarlo cierro el portátil mientras sonrío. Me cambio de ropa, cojo mi mochila de salir y bajo las escaleras.
Por obra de algún milagro mis padres ya no están, voy a la cocina a comer algo mientras con el teléfono de la casa lo llamo.

“¿Sí?” Dice una voz masculina cansada.

“Marcus, soy yo, vi tu correo.” Contesto con la boca llena.

“Phoebe, Come stai, tesoro?” Ruedo los ojos por su repentino cambio de actitud, pero sonrío.

“¿Te molestaría que fuera a visitarte unas semanas?”

Vuoi lo stesso di sempre?.” Hago un ruido de afirmación. “Certamente, sabes que amo que te quedes conmigo.”

“Esta tarde estaré allí.”

Perfetto, te esperaré con la cena.”

Chao.”

Mierda, Marcus me pega el habla. Cuando termino de comer, vuelvo a subir a mi habitación. Como la mochila es grande echo unas cuantas mudas de ropa, de todas formas tengo ropa en el piso de Marcus. Entro a la habitación de enfrente y cojo un libro al azar de la estantería llena de polvo. También lo guardo. Antes de salir, me pego en la frente. Doy la vuelta, y cojo el portátil y unos cuantos mangas que tengo a medio leer. Lo meto todo en la mochila también. Llevo tres kilos a la espalda, pero no me importa.


Con una pequeña sonrisa, salgo directa a la parada 34, dispuesta a ver a Alec y Jane.

domingo, 4 de mayo de 2014

Entrada número treinta y seis: Sola.

Mismo miércoles, once y cincuenta y cuatro de la mañana.


Entro al aseo de chicas, me encierro en un cubículo y me siento en la tapadera. Apoyo los codos en las rodillas y dejo caer la cabeza en mis manos. Y lloro. Sin saber por qué. Supongo que es por todo. Desde mis problemas personales, pasando por Ian hasta llegar a Jane, Alec y Anthony. Me siento culpable. De todo. Y al sentirme culpable, pero saber que posiblemente no soy la culpable me hace llorar más por lo estúpida que soy, formando un círculo vicioso. Para empeorar las cosas pienso inconscientemente en ellos cuatro. Ian sonriéndome, Jane jugueteando con mi mano mientras me habla entusiasmada de algo, Alec y Anthony juntos riendo…

“Eres imbécil, Phoebe Delia Valentine” me reprocho diciendo con asco mi nombre. Es odioso.

Dejo salir todo, sufriendo pero a la misma vez curándome, los ojos me escuecen y la nariz la tengo fría de los húmedos mocos. Seguro que parezco una niña pequeña.
Me levanto para salir y lavarme la cara, pero se escucha la puerta abrirse. Lentamente me siento y abro mi mochila roja en busca de pañuelos en el bolsillo delantero pequeño, pero al sacar el paquete siento una punzada y veo que me he cortado el dedo. Extrañada me sueno los mocos y me limpio las lágrimas, (con pañuelos diferentes) y busco dentro del bolsillo esa cosa que me ha cortado. Entonces la veo, fina, fría, pequeña y mortífera. La cuchilla del sacapuntas que se me rompió hace unas semanas. La cojo entre mis dedos y me la guardo en el bolsillo trasero del pantalón.

Tiro de la cadena para dar el pego y con la cara limpia y seca salgo…y me doy el mayor susto de mi vida. Jenny está apoyada en el lavabo y parece drogada. Vuelvo a entrar en el cubículo, suelto la mochila y río, la Phoebe que desea sangre y miedo ha vuelto.

Casi sin pensarlo estoy frente a Jenny, me mira riendo.

“Pero mira quién es, el bicho raro de la clase. ¿Qué, quieres que te dé yo una paliza como la que le dieron a tu novia?” Son los efectos de la mierda que se ha metido en el cuerpo, relájate Phoebe, baja el brazo, no le pegues, no aún. Sonrío. “JAJAJAJA. ¿Te has mirado alguna vez al espejo?” Me empuja, pero mantengo el equilibrio. “No sé cómo antes éramos tan buenas amigas, eres estúpida Phoebe, siempre lo has sido.”

¿Amigas, Jenny y yo?, ¿por qué se inventa todo eso?

“¿Qué?”

Ríe.

“Dios, que asco de recuerdos, siempre has sido odiosa, pensando en tus cosas, sin reírte de las cosas divertidas. Sólo tú y tus paranoias. ¿Pero sabes? A veces duele. Me caías bien, ¡HABÍAMOS SIDO AMIGAS DESDE LOS OCHO AÑOS! ”

“¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? Si sólo nos conocemos desde hace…” ¿Cuántos años habíamos caído juntas Jenny y yo en clase? ¿En 2º, o en 3º? Aprieto mis manos, ¿por qué cojones olvidaba las cosas?

“…¿Sabes qué más?” Continúa divagando Jenny. “Mandé a Jordan a pegar a Jane porque aún sigo pensando que algún día volveremos a ser amigas…”

Se mira las manos, tiembla, y llora… ¿Qué coño es todo esto?

“Jenny estás…”

Recibo un golpe, en el estómago. Jenny acaba de empujarme, caigo al suelo, pero la agarro y cae sobre mí.  Le devuelvo el puñetazo, aunque apenas le hago nada porque no tengo fuerza. Nos enzarzamos en una pela de puñetazos y tirones del pelo, en silencio, solo se escuchan nuestras respiraciones forzadas y algún que otro gemido. Al final acabo sobre ella. Jenny está apoyada en el lavado y la empujo con el cuerpo. Poco a poco la Phoebe sanguinaria ha ido apareciendo y tengo en mente mil y una formas de cómo matarla en ese instante, hasta que noto un pequeño y frío bulto en mi bolsillo. Sonriendo lo saco y dejando a Jenny sin posibilidades de moverse paso el fino filo por su antebrazo izquierdo.
La sangre brota, al principio gota a gota, y después más rápido. Se siente bien, demasiado bien. Sonrío y la vuelvo a pasar, esta vez es más larga, hasta casi llegar a su codo. Aparece un vago recuerdo en mi mente, un lugar conocido, un brazo y un cuchillo. Cojo aire y miro a Jenny a la cara, no reacciona mucho, solo mira la sangre pasmada, será por la droga, sus ojos ahora son todo pupilas. Su sangre corre por su mano y sus dedos y unas gotas han caído ya al suelo. La muevo y dejo su mano sobre el lavabo para no manchar. Me paso al otro brazo y hago lo mismo. Ahora tiene sus dos brazos con los grifos abiertos. Río por mi estupidez. Miro la cara de Jenny por el espejo. Está blanca y llora, tiene los dientes apretados y parece que…sufre.
Miro mi reflejo el en espejo también. Yo, en cambio, tengo buen color, y sonrío, tengo los ojos muy abiertos, y dan miedo…
Vuelvo a mirar a Jenny, que ha cerrado los ojos y le cuesta respirar.
Entonces vuelvo a la realidad.

Con un grito suelto a Jenny y dejo el filo del sacapuntas en el lavabo. Voy a por mi mochila para salir corriendo de allí, pero me doy cuenta de que no puedo dejar esto así. Lavo mi cara y mis manos con agua fría, y dejando la mente en blanco me creo una coartada. Bajo a Jenny al suelo y me siento en él, la pongo sobre mí y dejo que sangre un poco más, hasta que su sangre deja de salir tan rápido, sus ojos siguen cerrados y parece que deja de respirar. Entonces empiezo a gritar y a pedir auxilio.
A los minutos entra un profesor y al verme allí, con Jenny en brazos y llorando suelta un grito.

Me dejo hacer, fingiendo que estoy en shock, o tal vez realmente lo estoy.
Vienen más profesores y me preguntan que qué pasó, sólo respondo que estaba en el aseo y cuando salí Jenny estaba allí. Después de tres mil veces decir lo mismo llega una agente de policía y me saca de allí poniéndome una manta sobre los hombros, como si no hiciera el suficiente calor ya.

Después de las mismas preguntas que los profesores, pero apuntándolo todo, me dejan salir y me mandan a casa. Al salir me dirijo a mi casa, pero recuerdo a Trece y cambio bruscamente de sentido para ir al callejón en dónde me estaría esperando al terminar las clases. Tengo unas dos horas para relajarme y pensar en qué coño hice, pero al llegar al callejón me encuentro a Trece apoyado en la pared con los ojos cerrados. Al situarme frente a él los abre y me mira.

“¿Ebe, qué haces tan temprano aquí?, ¿y esa cara?”

“He…he matado a Jenny.”
Trece se levanta con los ojos abiertos al mismo tiempo que un pitido agudo se abre paso por mis tímpanos y unas lucecitas se cruzan en la visión de mis ojos, entonces, todo se vuelve negro.