Día, hora, y lugar desconocidos.
El pitido poco a poco va disminuyendo, a la misma vez
que voy recuperando la vista. Estoy mirando al cielo, miro a ambos lados y sólo
veo ladrillos. Parece que estoy acostada. Intento levantarme, pero me tienen
cogida por los brazos. Forcejeo, pero apenas tengo fuerza. ¿Qué está pasando?
“Pensé que tú también habías muerto.” Dice Trece
apareciendo de repente frente a mí sonriendo.
Me relajo un
poco al verlo, sé que si estoy con él no me va a pasar nada.
Pienso en
las palabras de Trece y lo recuerdo todo. Asustada me levanto y le cojo del
brazo.
“Vamos.” Le
arrastro fuera del callejón y parándome un segundo para decidir cómo alejarme
lo más rápido posible del instituto me dirijo a la izquierda.
Cuando
llevamos recorridas unas dos calles se para, haciendo que casi me caiga.
“Phoebe,
relájate. Dime cómo pasó, te desmayaste.” Me enfurecí conmigo misma, siempre me
desmayaba o algo así. No me gustaba ser débil. “Venga, mientras volvemos, hay
tiempo.” Asiento y le cuento todo. “No te van a buscar. Casi toda la policía de
la ciudad está metida en la mafia, y te aseguro que tienen cosas más
importantes que tratar lo que parece a simple vista un suicidio de una
adolescente drogata. Tranquila.” Dice cuando acabo de hablar.
Asiento y le
dedico una pequeña sonrisa de agradecimiento. Habíamos llegado casi a mi casa.
No quiero irme sin él, aún estoy un poco asustada, pero tampoco quiero que mis
padres le vean. Ya fue muy mal cuando vieron a Ian por primera y última vez.
“Trece,
quiero ir a mi casa a dejar la mochila y cambiarme de ropa.” Tengo sangre de Jenny
en ella, aparte de que la llevaba puesta casi dos días. “¿Sabes dónde está la
parada de autobús 34?” Asiente. “¿Nos vemos allí en media hora?”
Vuelve a
asentir y se separa de mí despidiéndose. Yo casi corro a mi casa. Paro cuando
llego a la puerta de la reja. Desde la puerta principal se escucha a mis padres
gritar. Suspiro cansada y abro la puerta.
Mi madre
tapa la televisión de la vista de mi padre, este está tumbado en el sofá con
mala cara, aunque la de mi madre da más miedo. Cuando mi padre me ve sonríe.
“Buona sera, bella.” Mi madre rueda los
ojos y se va a la cocina murmurando, dando por terminada la interminable pelea
que llevan desde hace unos meses. “¿No es un poco temprano para estar ya en
casa?” Le miro asustada sin saber qué responder, ¿habrán llamado a mi casa? “No
pasa nada, ¿acabaste tus exámenes, ¿no?” Asiento con la cabeza levemente.
“Entonces no le diremos nada a mamá.” Sonríe y me guiña un ojo. Me voy casi
sonriendo, cuando estoy subiendo las escaleras me grita: Gracias por volver a salvarme de tu madre, en su idioma natal.
Mi padre es
medio italiano, de ahí, tal vez, la obsesión por los nombres compuestos.
Siempre se había empeñado en que aprendiera italiano, y aunque nunca me llamó
la atención, eso hizo que mi madre me cogiera un poco más de cariño (pero solo
a veces) y la verdad es que acabé aprendiendo bastantes cosas.
Subo a mi
habitación. Está tan desordenada como siempre. Ropa en el suelo, en la silla,
en la cama…Las paredes forradas de pósteres…La mesa llena de libros y papeles.
Menos mal que todos esos libros son del instituto y no los volveré a ver hasta
septiembre. Dejo la mochila al lado de la estantería a rebosar de libros,
mangas, cd y películas y me dirijo a la cama a tirarme en ella. Hasta que
reparo en que el portátil está en ella abierto. Toco una tecla para reanudarlo
y miro el correo. Tengo un e-mail de Marcus. Sin mirarlo cierro el portátil
mientras sonrío. Me cambio de ropa, cojo mi mochila de salir y bajo las
escaleras.
Por obra de
algún milagro mis padres ya no están, voy a la cocina a comer algo mientras con
el teléfono de la casa lo llamo.
“¿Sí?” Dice
una voz masculina cansada.
“Marcus, soy
yo, vi tu correo.” Contesto con la boca llena.
“Phoebe, Come stai, tesoro?” Ruedo los ojos por
su repentino cambio de actitud, pero sonrío.
“¿Te
molestaría que fuera a visitarte unas semanas?”
“Vuoi lo stesso di sempre?.” Hago un ruido
de afirmación. “Certamente, sabes que
amo que te quedes conmigo.”
“Esta tarde
estaré allí.”
“Perfetto, te esperaré con la cena.”
“Chao.”
Mierda,
Marcus me pega el habla. Cuando termino de comer, vuelvo a subir a mi habitación.
Como la mochila es grande echo unas cuantas mudas de ropa, de todas formas
tengo ropa en el piso de Marcus. Entro a la habitación de enfrente y cojo un
libro al azar de la estantería llena de polvo. También lo guardo. Antes de
salir, me pego en la frente. Doy la vuelta, y cojo el portátil y unos cuantos
mangas que tengo a medio leer. Lo meto todo en la mochila también. Llevo tres
kilos a la espalda, pero no me importa.
Con una
pequeña sonrisa, salgo directa a la parada 34, dispuesta a ver a Alec y Jane.