jueves, 10 de enero de 2013

Entrada número quince: Insomnio.



No puedo dormir.
Y no es porque esté incomoda o algo semejante, simplemente no puedo dormir, tengo insomnio.
No, tengo Insomnio Familiar Fatal.
Cierro los ojos, me pesan pero no puedo dormir, me doy la vuelta, me tapo entera con una manta que había en el sofá, me destapo, me vuelvo a girar, encojo mis rodillas como si fuera un feto, estiro las piernas, me pongo bocaarriba, bocabajo, no caigo dormida.
¿Qué pasaría si muriera de Insomnio Familiar Fatal?
Imagino que lo tengo.
Llevo días sin dormir, solo entro en un letargo en el que imagino cosas, pero en el que no descanso, los médicos han perdido la esperanza en mí, un día, cuando esté en el letargo caeré en el coma y nunca regresaré. Nadie llorará por mi, nadie me recordará, solo Trece que asqueado me tirará por la ventana al ver que no despierto.
El IFF es genético, si se muere tu abuelo, tú vas detrás. Si fuera médico me gustaría estudiar enfermedades así.
El IFF no te deja dormir, no crea la materia gris que hace que tu cerebro caiga en modo vigilancia para que tú puedas dormir, lo leí en wikipedia. Cuando llevas mucho tiempo sin dormir te crea alucinaciones y puedes acabar muriéndote de un infarto, eso lo vi en un programa de televisión.
Si supiera de química crearía los genes defectuosos que hacen a la gente tener el Insomnio Familiar Fatal y se los implantaría a la gente que quisiera matar, o por diversión.
Aunque... creo que los genes no se pueden implantar. Quien sabe, también inventaré eso.
Inventaría un método que cogería las células madres de un individuo y cambiaría la genética de esa célula madre, poniendo mi gen “malvado” y cuando le volviera a trasplantar esa célula el individuo no tardaría en generar más de esas células y pum, muerto.
Pero yo no experimentaría con ratas, no, pobres ratas, yo con humanos, con la escoria humana, sí.
Imagino que mientras experimento alguien descubre mi plan, pan comido, lo mataría, ¿cómo?
Ya maté, o ayudé a hacerlo esta noche, ¿qué más daba uno más?

lunes, 7 de enero de 2013

Entrada número catorce: Hogar.

Había matado a una persona, o por lo menos ayudado a matar.
Siempre imaginaba la muerte de las personas, pero nunca pensé que me sentiría así.
Me sentía genial, cómo si me hubiera quitado un peso de encima, toda esa sangre...
“¿Dónde dormirás?”me pregunta Trece después de las presentaciones.
“Tenía pensado en este callejón, pero creo que ya no es buena idea”
“¿No tienes casa?”
“Sí, claro que tengo, pero hoy, digamos que me escapé”
“Ven, puedes dormir conmigo” dice después de tenderme la mano.
“Ehh... esto...”
“Me refería en mi, hogar”
Alarga la mano que me tendió y cogiéndome de la muñeca me lleva por el centro, por las calles más desérticas, pasando delante de gente, indeseable hasta un apartamento un poco viejo.
Su piso irónicamente es el 13-B
“¿Realmente te llamas Trece?” pregunto mientras abre la puerta del apartamento.
“Sí, no recuerdo el nombre que me pusieron mis padres, así que decidí mi propio nombre”
“Apuesto a que te lo pusiste cuando tenías trece años”
Ríe y consigue abrir la puerta, invitándome a pasar.
Su apartamento me recuerda a mi habitación, desordenada, pero a su manera, es agradable.
“Te ofrecería la cama pero está sucia y llena de sangre, me da pereza cortarme en el baño, hace frío.”
“A mí me gusta el frío.”
“Genial, entonces, no te quejarás al dormir en el sofá.”
Me señala donde está, me despide con un gesto parecido al de los militares, pero solo con dos dedos y se va. Me gusta, me gusta la gente así. Creo que nos vamos a llevar bien, muy bien.