sábado, 20 de abril de 2013

Entrada número veintitrés: ¿Sueño?


Siento una mano sobre la mía, es Trece que me aparta la mano del cuello de la puta. No estoy en shock, simplemente fascinada.

“Murió con su propia mierda” dice riendo y dejando la jeringuilla sobre su mano, casi rígida del recién ser inerte.
Levanto las comisuras de los labios, es gracioso, pero a la vez no me hace gracia, me quedo mirándola. Tiene tetas de silicona.
“¿Estás bien? Estás muy pálida”
Le miro, ha recogido todo, no quedan pruebas. La puta sigue teniendo abiertos los ojos. Me mira fijamente.
“Sí, creo que sí, ¿Nos podemos ir? No quiero arriesgarme a que nos vea alguien”
“Por supuesto, vamos”
Salimos sigilosamente, ya es de noche, hace fresco, pero no frío, me gusta la primavera, por la temperatura. Dicen que la sangre altera, puede, pero a mi seguro que de otra forma. No me sentí diferente en primavera cuando estaba con Ian.
Ian, otra vez, cada vez que lo nombro es como si hubiera muerto, creo que esa muerte no la superaría. Miro a Trece, va por delante de mí, su pelo ceniza se le pega al cuello, está sudado.
Me llevo la mano al pelo y me quito la bandana que lo recogía levemente, está sucia, pero no me importa, es negra y solo se aprecia la mierda si la ves de cerca, es irónico soy como esa bandana, a simple vista parezco normal, pero te acercas más a mi y ves que estoy casi podrida.
También sudo, e hiperventilo, ¿desde cuando?
Pasamos por enfrente de un escaparate, me miro, doy asco. Mis ojos claros están invadidos por mis pupilas dilatadas, parece que he sido yo la que me he drogado, tengo el pelo desordenado y mis ojeras me gustan, son enormes y oscuras. Aprieto el paso y llego a la altura de Trece, pasamos un paso de cebra y veo, a lo lejos, a un cabello pelirrojo.
“Ian” susurro.
“Phoebe, ¿qué pasa?”
“Ian” digo señalando al horizonte. “¡IAN!” grito. La cabeza se da la vuelta y aprieta el paso, corro empujando a un anciano, solo me importa Ian. Le veo cruzar un callejón, unas manos le atrapan y se adentra allí. Entro también al callejón.
“¿Ian?”
La cabeza roja se da la vuelta, es un travesti, no es Ian. Siento algo subir desde la planta de los pies hasta la cabeza, es como un pequeño mareo con una leve presión en el cráneo, parece hambre, un hambre voraz, pero no lo es, aunque intento convencerme de que lo es.
Cierro los ojos para parpadear.

Estoy en una sombra negra. No, es un cielo sin estrellas. Hay viento, mucho. No, no es viento, es que voy muy rápido, estoy sentada en algo. Hay un ruido ensordecedor y conocido. ¿Estoy en un montaña rusa? Se aclaran las vías y un poco el vagón, caigo en picado en una vía sin fin, no veo el final. No tengo vértigo. Me gustan las montañas rusas, esta no. Es un sueño sí, ¿pero cuando me dormí?